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Utrera

Enrique Montoya “Candela” cantó las glorias de María abriendo el Mayo Mariano utrerano

En el Santuario de Nuestra Señora de Consolación, el pasado 27 de abril, se celebraba el Pregón de las Glorias a cargo de Enrique Montoya “Candela”. La Banda Sinfónica Unión Musical Utrera” abría el acto con los sones de la marcha Virgen de la Consolación de Utrera (V Centenario).

El encargado de presentar al pregonero fue José Montoro Pizarro que quiso destacar de Enrique su aspecto más humano, pues su biografía era de todos conocida y se le hacía difícil presentar a alguien que todos conoce.

Del pregonero dijo “es un artista y un hombre bueno” y con historia pero “una historia sencilla”. Del que es “más que amigo mío es mi hermano” destacó esa “bolsa llena del cariño de todos los que lo conocen”.

Tras los sones de la marcha “Rocío” comenzaba el esperado pregón de Enrique Montoya “Candela” que sería distinto pues, como anunciaba en la entrega de las pastas, la música estaría presente. Los versículos del Evangelio según San Lucas que recogen el Magnificat sirvieron para abrir.

Este himno de alabanza a la virgen, oración que también cantó pues su amor por la música serviría para “cantar las glorias de María” en este pregón en el que había puesto su “cariño y respeto”.

Con el Salve Regina comenzó el pregonero a “rezar y cantar sus alabanzas”, después el Ave María y con la canción infantil “Con flores a María” se desplazó al barrio de su niñez: Las Veredillas y las Misiones del año 1959 origen de la devoción a la Virgen de Fátima y de esta Hermandad de Gloria utrerana. “13 de mayo” y el “Avemaría” fue la música para esta advocación.

De sus primeras romerías llegó al colegio salesiano de Utrera y al “rostro más sereno, dulce y maternal de María Auxiliadora”. Y para este pregón aprendió “Rendido a tus plantas” himno a la Virgen de Don Bosco que no se sabía en sus años de colegio.

Rocío. Advocación mariana que resonaban desde niño en sus oídos y que hasta los 18 años no fue por primera vez hasta su ermita. El recuerdo sus Rocíos de “camino y casa”, quedándose el pregonero con el camino. “Una fiesta que no está reñida con la Señora” y donde todo es también solidaridad y compartir “cristianismo en estado puro”, cerrando con la Salve Rociera del Ole.

Así llegó a la advocación mariana “más maternal, Consuelo de los afligidos” comenzando con los versos de Salvador de Quinta “Cada 8 de septiembre”, para después recordar la plegaria a la patrona de Utrera que escribió su padre en América entre 1957 y 1958 con la que el pregonero empezó “a aprender sobre Ella”.

Los versos de Pemán, el recuerdo a Enrique Montoya y la plegaria cantada a la Virgen de Consolación cerraban el capítulo dedicado a la Madre de Utrera.

Para el final dejaba la invitación a huir de rivalidades y “no caer en el infantilismo” recordando que “Cristo, el Mesías solo tuvo una madre: María” aquella “sencilla y humilde virgen que vemos en el portal de Belén”.

Con “Salve Madre” ponía el punto y final a su pregón cantado y rezado a la Virgen

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