José María Martín Corrochano es el nombre de este “héroe” que el Covid-19 ha sacado a la luz por la labor desempeñada en el epicentro de esta pandemia en España.
Este militar utrerano, de 57 años, que en la actualidad es Comandante, Jefe de operaciones del Regimiento de Apoyo e Intervención de la Unidad Militar de Emergencias, adscrito a las unidades de la Base de El Goloso en Madrid, ha sido el coordinador de los tres centros que se habilitaron como mortuorios, en Madrid, a los que fueron llegando los fallecidos por coronavirus de la capital de España.
El comandante de la UME Martín Corrochano ha sido Caballero Legionario Paracaidista, Veterano de Irak y de Bosnia, de donde regresó herido por una granada, pero quizás, esta, su última misión hasta ahora, haya sido una de las más duras a las que enfrentarse y en la que ha quedado patente la sensibilidad y el corazón de este utrerano.
De todos es sabido que, por desgracia, desde que se declaró la pandemia los enfermos que son hospitalizados permanecen en absoluta soledad, pues no se permite que junto a ellos estén sus familiares, y fallecen sin compañía.
Por si ya o fuera poco el dolor, este se incrementa al no poder ser velados ni despedidos por sus más allegados como toda persona merece.
Los fallecidos, que han sido miles, cuyos cuerpos fueron llevados a las improvisadas morgues madrileñas, no han estado solos en ningún momento.
Como titula Pepe Rojas su artículo, con el que ha querido reconocer y compartir con sus conciudadanos la labor de José María Martín, “No estaban solos, un utrerano estaba con ellos”.
Diariamente, desde la llegada del primer féretro, el comandante de Utrera ha estado quince horas de servicio diario con sus hombres y mujeres, “no consintiendo que, aún fallecidos en la soledad y anonimato, estuviera ninguno solo, y mantenías que considerabais a cada uno de los que allí descansaba, como soldados de España”, como ha explicado Rojas.
En una de las entrevistas que sele ha hecho, a lo largo de estos días, Martín Corrochano declaraba que: “Ya que los familiares no pueden velarles, nosotros hacíamos ese acompañamiento, de día y de noche. Los veíamos como soldados caídos nuestros, y no dejamos solo a un soldado”.
A pesar de las largas horas de trabajo en la coordinación de estos centros y las penosas situaciones que ha debido vivir, no ha querido cobrar dietas, como refiere Pepe Rojas: “aún corroboro tu grandeza, cuando me informan que has renunciado al cobro de dieta alguna, porque no consientes que te paguen euro añadido por la sangre española derramada”.